El autor del best seller ‘Confianza, 20 formas de construir un mejor país’, uno de los líderes más respetados de su país, analiza el proceso constituyente chileno y elogia que este haya surgido desde un movimiento social. Asimismo, da sus recetas para los problemas con el mundo indígena.
Desde hace dos años que David Johnston, ex gobernador general de Canadá, quiere venir a Chile. Tanto así que una y otra vez ha tenido su viaje agendado. Y una y otra vez la pandemia le ha impedido realizar el periplo.

Sin embargo, ya no quiso esperar. Es por eso que este martes a las 11:00 participará —junto con el expresidente Ricardo Lagos— en el conversatorio online ‘Generando confianza’, organizado por la Cámara Chileno Canadiense de Comercio y transmitido por EmolTV.

Considerado como uno de los personajes más respetados de un charlista e intelectual muy codiciado en el mundo debido al éxito de su libro: ‘Confianza, 20 formas de construir un mejor país’.

Es precisamente esa palabra, ‘confianza’, la que más repite en esta entrevista con ‘El Mercurio’, por vía telemática, en la que identifica muchas similitudes entre su país y Chile.

—En su libro Ud. dice que la confianza es el valor clave para mejorar los países. Pero a la vez que este valor se está perdiendo. ¿Por qué pasa esto?

—En general, creo que estamos en un tiempo desafiante de la historia. Una razón es la revolución digital, que ha afectado nuestra habilidad de adaptarnos. A internet le llevó menos de una década llegar a la mayoría de las personas en el mundo, pero nosotros aún estamos lidiando con la mejor forma de manejar toda esa información, todos esos datos. Creo que la globalización, particularmente en Chile y Canadá, ha tenido también consecuencias negativas. Ni Chile ni Canadá hemos logrado enfrentar los problemas que vienen con ella. Además, la desigualdad de ingresos se ha vuelto más pronunciada. Y la historia nos ha mostrado que cuando hay desigualdad extrema, los valores fundamentales tienden a ser sacudidos.

‘A esto hay que sumar que el Orden Mundial que se construyó desde 1945 en adelante, con las Naciones Unidas, la Organización Mundial de Comercio, ha ido perdiendo influencia. Estamos en un vacío, y esto ha permitido que lleguen populismos y nos lleven a direcciones que no están en línea con los valores que debiéramos tener’.

—¿Y ha influido la pandemia en la confianza en los líderes?

—Ha puesto a prueba la confianza. La confianza en los sistemas de salud, en que los líderes políticos puedan hacer lo correcto, en que los laboratorios puedan hacer vacunas. Espero que cuando esto termine lo que quede sea el reconocimiento de la importancia de que los gobiernos construyan relaciones de confianza con sus ciudadanos.

—En Chile hoy hay una fuerte desconfianza en las instituciones. Y, en parte por eso, ahora se inició un proceso para hacer una nueva Constitución. ¿Cómo ve el proceso chileno?

—En Canadá tenemos gran admiración por Chile, algo que ha aumentado en los últimos 30 años. Es un formidable socio comercial, que ha luchado bien contra la pobreza, y ha crecido mucho más allá de lo que indica el tamaño de su población, gracias a la estabilidad de sus instituciones. Pero es difícil dar una receta, pues cada país debe crear sus propios remedios.

‘Nosotros hicimos una nueva Constitución en 1982 porque la anterior no podía ser enmendada en nuestro país, solo en el Reino Unido. Además, agregamos un acta de derechos. Y ha funcionado para unir a la nación. Espero que Chile encuentre un renacimiento a través de este proceso constitucional. En Chile tienen una Convención Constitucional que vino de un movimiento social y eso es bueno. Sin embargo, puedes escribir páginas y páginas, pero lo clave es la ejecución. A menos que las medidas se lleven a cabo con confianza y con justicia, no van a tener resultado significativos’.

—Ambos países tienen en común una relación problemática con sus pueblos indígenas. ¿Qué medidas han tomado en Canadá para mejorar esa relación?

—Es cierto, tenemos algunos capítulos muy tristes en la historia de nuestras naciones en esta materia. Hay que avanzar hacia un mayor respeto a los indígenas, y hacia entender su historia. Tenemos que aprender a deshacer lo aprendido. Hoy existe una historia muy europea. En vez de eso, hay que entender que hay otra, que viene de más allá del siglo XV. Y eso no está pasando en nuestros colegios, escuelas ni en las universidades. No hay reconocimiento de los indígenas como una nación. No hay una relación entre naciones.

‘Uno de los programas que impulsamos cuando estaba en el gobierno fue promover la graduación de profesores indígenas, para eliminar la brecha educacional entre indígenas y no indígenas. Esa es la clave: la educación. Si podemos lograr que profesores de los pueblos originarios hagan clases en colegios que no son de sus etnias, podemos avanzar un gran trecho.

—Pero tanto en Chile como en Canadá hay grupos que en sus demandas de reconocimiento plantean la autonomía. ¿Cómo se logra un espíritu de país entre varias naciones que conviven en un mismo territorio?

—Eso es muy importante. Si dices que los indígenas son una nación, entonces ¿dónde calzan con el resto de la nación del país? ¿Son una nación dentro de otra nación? Quienes vienen de un legado cultural determinado, deben poder vivirlo. Y su legado también debe ser común para todos los habitantes de la nación. Recuerdo que en alguna oportunidad Angela Merkel me preguntó, ‘¿cómo se puede preservar la convivencia con tanta heterogeneidad como hay en Canadá, con tantos lenguajes diferentes, religiones diferentes?’. En vez de darle mi receta, fui a mi oficina y le leí un extracto del libro ‘Por qué fallan las naciones’. Y es muy simple. Dice: Las sociedades que son inclusivas en sus economías, en sus políticas, están en una espiral hacia arriba; las que son extractivas, en una espiral hacia abajo. Las sociedades inclusivas, en resumen, son mejores’.

‘Sin embargo, yo veo que en Chile están dando grandes pasos hacia allá. Es muy notable cómo la presidenta de la Convención Constitucional es indígena. Y solo hace tres o cuatro semanas Canadá aprobó a su primera gobernadora indígena, una mujer inuit. Es algo muy interesante. Y creo que no es solo símbolo de inclusión, sino que muestra cierta habilidad de las sociedades para actuar sobre ello. Creo que Chile y Canadá están avanzando hacia ser países donde no debes suprimir tu linaje cultural para ser chileno o canadiense. Ambos países están caminando juntos, con perspectivas muy positivas’.

—En su libro Ud. dice que una sociedad inclusiva, un gobierno inclusivo, es una que ‘no solo invita a la gente al baile, sino que además baila con ellos’…

—Es así. Diversidad es una cosa, inclusión es otra. Diversidad es un hecho, simplemente. Es el porcentaje de mujeres que tienes en tus compañías, cuántos indígenas hay en tus fronteras. Esas son estadísticas. Pero inclusión es una acción. Requiere que hagas algo con la diversidad, asegurarse de que cada uno de esos grupos tengan una voz y participen. Entonces, esa es la diferencia entre invitar a alguien al baile, y dejarlo al lado, y sacarlo a bailar, dar vueltas, interactuar. Y con un poco de suerte, pasarla bien. Cabe destacar, además, que desde una perspectiva de negocios, las compañías que pueden moverse desde la diversidad a la inclusión son más rentables, más creativas, más innovadoras y mucho más atractivas en atraer talento y quedarse con ellos. La gente quiere trabajar con ellos.

—Pero siguiendo la misma metáfora, las comunidades pueden además exigir buenos bailarines inmediatamente y eso puede generar impaciencia.

—No, yo no creo que debas ser un buen bailarín para bailar. Puedes equivocarte, pero debes dar el paso.

ROL DE LOS MEDIOS

—En el último tiempo, tanto en Chile como en el mundo, han proliferado las fake news y el mal uso de las redes sociales. ¿Qué tan importante es el periodismo en la creación de confianza que Ud. busca?

—Es crucial. Uno de los factores más negativos de los medios digitales, de la revolución social y de las comunicaciones de hoy en día, es que todos son su propio editor, y eso genera que haya un amplio alcance para visiones extremas, visiones que buscan manipular la verdad, y fake news. Nunca en la historia el periodismo ha sido más importante que ahora, en términos de contar lo que es verdad. Y la verdad empieza con ser realista en los hechos que suceden. En presentarlo en todas sus divisiones. Y es importante también tener un periodismo opinante, que interprete los hechos. No hemos tenido éxito aún usando este universo de ideas y voces, en discriminar qué es verdad, qué es honesto, qué es real, qué es confiable y qué no lo es. Además nuestras instituciones de educación tienen un gran rol en enseñarnos, educarnos y ayudarnos a descifrar, a hacer distinciones entre lo falso y lo verdadero. Es realmente un momento muy importante en la historia para los profesores. Y es un momento muy importante en la historia para el buen periodismo.

—¿Y la política? ¿Qué tan importante es?

—La integridad de los liderazgos políticos es crucial. Cuando hay líderes que dan confianza, estás en un buen camino. La pregunta es ¿cómo se hace para que personas íntegras, personas de confianza, busquen una carrera en políticas públicas? ¿Cómo persuadimos a nuestros ciudadanos que esa es la clase de personas que queremos en los cargos? Los que pasan la prueba del buen periodismo, y dicen la verdad y cumplen sus promesas. Yo creo que los buenos líderes sí hacen la diferencia. Hoy el desafío para cualquier sociedad es encontrar buenos líderes. Sobre todo para Chile y Canadá. Somos muy afortunados en los recursos naturales que tenemos, en estar libres de guerra, pero nos faltan los buenos líderes para crear confianza e igualdad.

—Usted estuvo en Afganistán y Canadá fue parte de las tropas de la OTAN en la guerra contra el terrorismo que se llevó a cabo ahí. ¿Qué responsabilidad tienen las potencias mundiales en lo que ocurre ahora?

—Es una gran tragedia. La idea de la OTAN originalmente, era asegurarse de que los terroristas no fueran protegidos y asilados ahí. Y esa misión fue lograda, de hecho. Pero habría sido más sabio reconocer que había otra mucho más importante, que era construir instituciones democráticas, facilitar una sociedad democrática en Afganistán. Era muy difícil hacerlo. Estuvimos tratando de construir un castillo en la arena, y al final, con el retiro de las tropas, hubo un final infeliz.
 
Fuente: El Mercurio 22/08/2021 Reportajes